El calor baja, el consumo sube y el polvo quemado se queda en el aire. No es solo una cuestión estética: dentro se acumula una mezcla negra, pegajosa, que roba energía y buen humor en pleno invierno.
La mañana olía a café y a metal caliente. En el pasillo, el radiador exhalaba un soplo tibio, insuficiente, como si se hubiera quedado sin ganas. Norma Martínez, experta en limpieza, llegó con un cubo de plástico, una garrafa de amoníaco doméstico y una calma que imponía. “No hace falta magia, hace falta método”, dijo, mientras cerraba la llave del radiador con un gesto pausado. Preparó agua muy caliente y la mezcló con amoníaco en proporción generosa, sin prisas, como quien cocina un caldo que conoce de memoria. La dejó actuar por dentro y el líquido salió oscuro, casi como tinta. No tardó en volver el calor. El truco estaba en el interior.
Radiadores: el enemigo invisible no está fuera, está dentro
Lo que ensucia por fuera es polvo. Lo que fatiga por dentro es lodo, óxido finísimo y restos de cal que se pegan a las paredes del circuito. Ese “fanguito” reduce el paso del agua y el radiador funciona a medias. Lo notas en los dedos: arriba quema, abajo apenas calienta. A Norma le gusta enseñar el balde después de enjuagar. El agua sale negra, con partículas que parecen café molido. La sensación es brutal, casi terapéutica: ver la suciedad que ya no va a seguir circulando por la casa.
Un vecino, Paco, juraba que su salón se había vuelto imposible. “El termostato marca 22, pero yo tengo frío”, repetía. Hicieron la prueba de Norma un sábado —agua caliente y amoníaco, reposo corto, varios enjuagues— y el radiador volvió a “respirar”. La diferencia es medible: fabricantes europeos estiman que un radiador con sedimentos puede exigir entre un 10% y un 20% más de energía para dar la misma temperatura. En una factura larga de enero, eso se siente. Y se escucha: el clic-clic nervioso suele desaparecer.
¿Por qué funciona la mezcla? El amoníaco tiene un pH alcalino que deshace grasas, restos orgánicos y parte del biofilm que se forma con el tiempo. El **agua caliente** acelera la acción y ayuda a desprender lo adherido. No es ácido, así que respeta mejor pinturas y juntas que el vinagre en ciertos metales. En radiadores de acero o hierro fundido, esa suavidad importa. Y el proceso es rápido, casi inmediato: disuelve, desprende y saca fuera lo que estorba. Lo simple gana por goleada.
El método de Norma: agua caliente y amoníaco, sin rodeos
Primero, radiador frío. Cierra la válvula termostática y la de retorno. Coloca un recipiente bajo el purgador y drena hasta vaciar. Si el modelo lo permite, desmonta y lleva el radiador al patio o al baño con buena ventilación. Mezcla 1 parte de **amoníaco doméstico** con 8 partes de agua caliente (50–60 °C, no hirviendo). Vierte por una boca, tapa, inclina y “mécelo” suave como una botella grande. Deja actuar 15–20 minutos. Abre y deja salir el líquido oscuro. Repite con agua limpia hasta que salga casi transparente. Purgas, montas, abres válvulas. Fin.
Errores que se repiten: usar agua en ebullición, que puede dañar juntas; mezclar amoníaco con lejía, que es peligroso; dejar la mezcla dentro más de 30 minutos, innecesario; olvidar ventilar. Usa guantes y gafas sencillas. Si no puedes desmontar, trabaja in situ con bandeja ancha y paños. Seamos honestos: nadie limpia el interior del radiador cada semana. Una vez al año, antes del gran frío, marca la diferencia. Y si el radiador tiene más de diez años y suena como maracas, quizá toque dos sesiones cortas.
“La mezcla de agua caliente y amoníaco es perfecta para limpiar los radiadores por dentro de manera rápida y efectiva”, resume Norma. “Lo que sale no es suciedad cualquiera: es freno puro a tu calor”.
- Proporción orientativa: 1:8 (amoníaco:agua) para doméstico.
- Tiempo de contacto: 15–20 minutos, sin pasarse.
- Materiales: cubo, embudo, guantes, gafas, paños, bandeja.
- Compatible con hierro fundido, acero y aluminio pintado.
- Resultado típico: más caudal interno y calor uniforme.
Abres el circuito, limpias la cabeza
Todos hemos vivido ese momento en que el frío entra por los tobillos y la casa no responde. Hay un alivio raro cuando el radiador vuelve a vibrar. La limpieza interna no es solo mantenimiento: es recuperar el control del invierno doméstico. *Lo que no se ve también calienta tu factura.* Y sí, cuesta ponerse, pero dura poco. La recompensa se siente en las manos.
| Punto clave | Detalle | Interés para el lector |
|---|---|---|
| Mezcla eficaz | 1 parte de amoníaco por 8 de agua caliente, 15–20 minutos | Resultados rápidos sin productos caros |
| Seguridad básica | Ventilación, guantes, nunca con lejía, sin agua hirviendo | Evitar riesgos y malos olores |
| Impacto en el calor | Menos lodo, mejor caudal y radiador más uniforme | Ahorro potencial del 10–20% en eficiencia del equipo |
FAQ :
- ¿Sirve amoníaco perfumado o tiene que ser industrial?Para casa, el perfumado va bien. El industrial es más fuerte y no hace falta. Procura la proporción 1:8 con agua caliente y ventila.
- ¿Funciona en radiadores de aluminio, hierro fundido y paneles de acero?Sí, en los tres. El amoníaco es alcalino y respeta pinturas y metales habituales. Evita tiempos largos y temperaturas extremas.
- ¿Cada cuánto conviene hacerlo?Una vez al año antes del invierno. Si notas zonas frías persistentes o ruidos, repite a mitad de temporada. Si la instalación tiene mucha cal, quizá cada 8–10 meses.
- ¿Qué hago si el olor es muy intenso?Ventila, cierra puertas al resto de la casa y usa mascarilla simple. Baja la proporción a 1:10 y haz ciclos más cortos. El olor desaparece tras los enjuagues.
- ¿Puedo limpiar por dentro sin desmontar?Se puede, con paciencia: bandeja amplia, embudo y paños. Vierte, deja actuar, drena y enjuaga. Si el acceso es difícil, un profesional puede hacerlo en menos de una hora.









