Un español en Japón: “Trabajo y vivo mejor, pero echo de menos la comida y el humor”

Un español en Japón: “Trabajo y vivo mejor, pero echo de menos la comida y el humor”

La vida se alisa, casi sin aristas, y el estrés baja un par de decibelios. Aun así, algo tira desde casa: el sabor a ajo de una tapa compartida, el chiste que cruza la mesa y hace coro. No hay drama, hay contraste. Un equilibrio raro entre bienestar y nostalgia que pide ser contado.

Los lunes de Tokio huelen a cafetería de konbini y a paraguas plegables todavía mojados. Camino hacia la estación y veo a un oficinista doblar el bento con un cuidado que me recuerda a mi abuela planchando las sábanas, lenta y precisa. Un mensaje cruza el océano: “¿Cómo van las croquetas?”. Respondo con una foto de onigiris, y mi madre manda un “qué gracioso”. No sé si se ríe o sonríe con lástima. El silencio en hora punta se parece a un susurro colectivo. Levanto la vista: nadie empuja, nadie grita, todo fluye. Luego, el jefe saluda con una inclinación leve. Yo improviso un “buenos días” más ronco que de costumbre y guardo un chiste que, aquí, moriría al nacer. Falta una chispa.

Trabajar mejor, vivir más tranquilo

El trabajo en Japón cabe en una bandeja ordenada: tareas claras, procesos escritos, tiempos medidos sin ser tiránicos. No hay jefes que te “escriban a ver si estás” un domingo, ni reuniones que se convocan por deporte. **En Japón el trabajo se planifica, no se improvisa.** La oficina suena a teclado y respiración, y eso baja la ansiedad de un modo casi físico. Sales a la calle y la ciudad no te empuja, te acompaña. Te vuelves más ligero sin darte cuenta, como quien cambia de zapatos.

La primera semana en Yokohama llegué diez minutos antes para no fallar. Nadie aplaudió, nadie comentó la hora: simplemente era lo normal. Mi manager me recibió con una inclinación y una libreta: “Esto es lo que harás hoy, esto lo verás mañana”. Un miércoles hubo tifón y, a las 7:01, el Slack traía un mensaje calmado: “Trabajamos desde casa, cuídense”. El metro paró y nadie se desesperó. Japón tiene uno de los índices de criminalidad más bajos de la OCDE, y se nota hasta en el gesto de guardar la mochila sin mirar atrás. La piel respira distinto cuando la ciudad te dice “estás a salvo”.

Claro que todo orden tiene su doble filo. Hay empresas con horas extra largas y silencios que pesan, y no todas las industrias se han actualizado igual. A mí me sostiene la claridad: saber qué se espera, cuándo y cómo, te deja energía para vivir. El alquiler se come un buen bocado del sueldo, sí, pero la calidad de los servicios es alta: salud, transporte, comer a precio razonable en un ramen de barrio. Al final el bienestar es un mosaico: reglas más cuidado, rutina más sorpresas pequeñas. La fórmula, curiosamente, me funciona más aquí que en casa.

Lo que falta: comida que abraza y chistes que vuelan bajo

Hay un método para curar la morriña del paladar sin arruinarte. Empieza por el pan: el shokupan, con su miga suave, acepta tomate maduro rallado, un hilo de aceite de oliva y sal en escamas; no es pan de barra, pero hace el apaño. La tortilla sale decente con patata “may queen” y cebolla dulce; panko en lugar de pan rallado te da unas croquetas de textura indecente si cueces la bechamel un poco más. Busca pimentón ahumado en tiendas internacionales y guarda un botecito en la mochila. Un día cualquiera, pimentón y sardinas en lata te devuelven a casa en dos bocados.

Con el humor, la clave es bajar el volumen y abrir otro canal. Aquí el chiste va bajo cuerda, el juego es más de ojos que de carcajada. Si tu ironía entra sin avisar, puede sonar fría. Todos hemos vivido ese momento en el que cuentas algo buenísimo y nadie entiende por qué te ríes. Prueba con historias, con anécdotas, con autocrítica ligera. **Repite conmigo: no necesitas replicar España, necesitas construir tu Japón personal.** Y si un día te pasas de sal, no te fustigues. Seamos honestos: nadie hace eso todos los días.

Cuando la nostalgia aprieta, llamo a un amigo en Madrid y pongo la cámara en la encimera mientras pico ajo. Él está de cañas, yo de té o de cerveza en lata, y el sonido de su bar me hace de banda sonora. Después salgo a un izakaya pequeño donde el dueño ya sabe que soy “el español de la tortilla”, y la conversación flota en esa mezcla de japonés lento e inglés de batalla que nos salva la noche.

“Trabajo y vivo mejor, pero echo de menos la comida y el humor”.

  • Tiendas clave en Tokio: KALDI Coffee Farm, Seijo Ishii, Nomura Shoten (aceites y conservas).
  • Platos puente: pan con tomate con shokupan, croquetas con panko, ensaladilla con mayonesa Kewpie.
  • Humor que entra: anécdota breve, gesto cómplice, meme compartido en LINE.
  • Plan B: grupo de españoles en Meetup, peñas futboleras los domingos, cine en versión original en Shibuya.

Entre dos ritmos

Vivir aquí me enseñó que la pertenencia puede tener más de una orilla. Camino por Shinjuku y pienso en Lavapiés, pruebo mis primeras sardinas japonesas a la plancha y me acuerdo de las de Rianxo, río con un meme absurdo en castellano y luego con un juego de palabras en japonés que tardé semanas en pillar. No es traición, es mezcla. **Irse no es huir: es ensayar otra versión de uno mismo.** Cuando digo que trabajo y vivo mejor no estoy juzgando a nadie; estoy describiendo un cuerpo que descansa y una cabeza que, a ratos, se muerde la lengua porque añora el desparpajo y la sobremesa eterna. Lo comparto para que otros sepan que la balanza existe, que se mueve, que también puede ser suya.

Punto clave Detalle Interés para el lector
Calidad de vida y trabajo Procesos claros, transporte fiable, sensación de seguridad que cambia la rutina diaria. Entender por qué la productividad sube y el estrés baja al mudarse a Japón.
Lo que se echa de menos Sabor de la cocina casera, humor rápido y coral, esa mesa larga que no mira el reloj. Reconocer la nostalgia sin dramatizar y hallar formas de canalizarla.
Trucos de adaptación Recetas puente con ingredientes locales, código de humor suave, comunidades mixtas. Pasar del choque cultural a la práctica diaria que hace llevadera la distancia.

FAQ :

  • ¿Necesito hablar japonés para trabajar?En tech y multinacionales puedes empezar con inglés, pero el japonés abre puertas sociales y laborales. Un curso intensivo de supervivencia ayuda desde el día uno.
  • ¿Cuánto cuesta vivir en Tokio?El alquiler es el gran gasto. Un estudio en barrio bien conectado puede rondar cifras altas, aunque comer fuera es razonable y el transporte vale cada yen.
  • ¿Dónde encuentro comida española?Tiendas internacionales, mercados online y restaurantes de expatriados. Para el día a día, adapta recetas con panko, shokupan y pimentón ahumado.
  • ¿Cómo hago amigos locales?Clases, clubes de barrio, izakayas pequeños y eventos de intercambio de idiomas. La constancia gana al carisma ruidoso aquí.
  • ¿El humor español funciona en Japón?La ironía directa puede chocar. Usa anécdotas cortas, gestos y juegos de palabras simples. Con tiempo, encontrarás tu tono binacional.

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