Gonzalo Bernabéu, oftalmólogo: “A veces nos protegemos de la luz pero eso acelera la aparición de arrugas”

Gonzalo Bernabéu, oftalmólogo: “A veces nos protegemos de la luz pero eso acelera la aparición de arrugas”

Una mañana de luz oblicua, en la acera y en la pantalla, obligados a entornar los ojos. ¿Y si ese gesto que creemos protector fuese el que empuja antes las arrugas?

La gente avanza con prisa, la mano a media altura como visera improvisada. Desde la consulta, Gonzalo Bernabéu observa una coreografía mínima: ceños que se fruncen, párpados que se cierran un poco, mofletes que tiran del contorno.

“Eso que hacemos sin pensar acelera el mapa de líneas”, dice, señalando el arco de la ceja con un bolígrafo. El murmullo de las máquinas y un silencio de pasarela quirúrgica lo vuelven todo más nítido. Entornar no es gratis.

Hay una paradoja: proteger los ojos puede castigar la piel. Pantallas, faros, azoteas a la hora del café. La ciudad brilla y nosotros respondemos con músculos.

La paradoja de mirar sin arrugar

Cuando la luz molesta, el cuerpo reacciona en automático. El músculo orbicular se activa, el corrugador tira de la ceja hacia el centro. No lo notas, pero tu contorno sí. **La piel del contorno de ojos sufre cuando los músculos trabajan de más.**

Una paciente de 34 años llegó un martes con una queja muy concreta: “No son arrugas, son marcas de mediodía”. Trabaja frente a dos monitores, sale a comer en terraza, vuelve a la oficina y conduce de regreso. Ese ciclo, repetido día tras día, no es dramático. Es persistente. Como una gota.

La retina busca confort, la piel paga peaje. Si la luz es intensa o la pantalla está mal calibrada, el cerebro manda el gesto de defensa: cerrar ligeramente los párpados y fruncir. Esa microexpresión repetida se convierte en línea dinámica. Cuando aparece el sol bajo o el brillo de un Excel, tu cara hace gimnasio.

Elecciones pequeñas que cambian el gesto

Empecemos por lo evidente: las gafas. No “cualquiera” vale. Lentes con categoría 2 o 3 para calle, filtro UV real, montura que bloquea entrada lateral. Si conduces, añade antirreflejante. **Llevar gafas demasiado oscuras en interior obliga a tus ojos y a tu frente a esforzarse.**

Error común número uno: olvidarse de la graduación. Si te falta una dioptría, frunces para enfocar; da igual lo caro del cristal. Error número dos: viseras en vertical que no tapan el ángulo bajo del sol, el peor. Tranquilo, nos pasa a todos. Seamos honestos: nadie hace eso todos los días.

Hay gestos que desactivan el frunce y no cuestan. Ajustar el brillo del móvil a la luz ambiente. Poner el monitor ligeramente por debajo de la línea de los ojos. *Guiñar menos y parpadear mejor.*

“A veces nos protegemos de la luz pero eso acelera la aparición de arrugas” — Gonzalo Bernabéu, oftalmólogo.

  • Sombrero de ala media en rutas urbanas de tarde.
  • Lentes fotocromáticas si entras y sales mucho.
  • Una gota lubricante sin conservantes en jornadas de pantalla largas.
  • SPF en el contorno con fórmulas aptas para párpados.

Lo que tus ojos piden y tu piel agradece

“Todos hemos vivido ese momento en el que sales del metro y te pega el sol de frente.” Ahí decide tu cara. Si el sombrero está a mano, los músculos descansan. Si la pantalla sube el contraste al salir a la calle, no hay ceño que fruncir.

El contorno no solo envejece por el sol, también por la sequedad ocular que te hace entornar. Hablar de lágrima no es cosmética: es mecánica. Cada parpadeo reparte y suaviza; cuando faltan parpadeos, llega la tensión.

Hay días de luz-cristal, otros de niebla-pantalla. Alterna herramientas. Gafas polarizadas para asfalto y agua; antirreflejantes para LED; visera y sombra en la hora tonta. **El objetivo no es huir de la luz, sino aprender a mirarla sin daño.**

La frontera entre ver bien y verse bien es delgada. Un ajuste de brillo aquí, una montura que se ajusta a la sien allá. La cara se relaja. La ciudad también.

Y si un día te olvidas, no pasa nada. No es un dogma. Es una práctica. El cuerpo aprende rápido cuando le quitas fricción.

Hay tecnología, sí, pero sobre todo hay ritmo. Tu mirada crea tu gesto. Tu gesto, tu piel.

Una síntesis para llevar a la calle

No se trata de demonizar el sol ni de vivir detrás de un filtro. Mirar es una experiencia física: luz, músculo, piel. Cuando fallan las herramientas —lentes mal elegidas, pantallas rabiosas, viseras decorativas—, el cuerpo compensa con esfuerzo y dibuja líneas antes de tiempo.

La buena noticia: casi todo son decisiones pequeñas. Elegir la categoría de lente correcta, mover un monitor dos dedos hacia abajo, sumar una visera a la bolsa. Parecen detalles y lo son. Justo por eso funcionan.

Hay un placer nuevo en no fruncir. Sientes que los hombros bajan medio centímetro, que los ojos no pican al atardecer, que el espejo deja de contar de más. Tal vez no vas a clavar cada gesto cada día. Aun así, el compás cambia. Y tu cara lo nota.

Punto clave Detalle Interés para el lector
Gesto de defensa Entornar y fruncir para “proteger” del brillo Evitarlo reduce arrugas dinámicas alrededor de ojos y ceño
Elección de lentes Categoría 2–3, UV real, ajuste lateral, AR para conducir Ver sin esfuerzo y relajar la musculatura periocular
Higiene visual Brillo acorde al ambiente, monitor bajo, parpadeo y lubricación Menos fatiga, menos gesto repetido, piel más tranquila

FAQ :

  • ¿Las pantallas “dan” arrugas?Lo que las acelera es el gesto sostenido de fruncir por brillo, contraste o sequedad, no la pantalla en sí.
  • ¿Polarizadas o fotocromáticas?Polarizadas para reflejos fuertes (carretera, agua); fotocromáticas si entras y sales mucho a distintas luces.
  • ¿Protector solar en párpados?Sí, con fórmulas aptas para contorno y sin escozor; también gafas que hagan sombra real.
  • ¿Sirven los masajes del contorno?Pueden relajar, pero no sustituyen a corregir la causa: luz, brillo y graduación adecuada.
  • ¿Qué pasa con gafas muy oscuras en interior?Forzan el gesto y la pupila; mejor claridad media con buen filtro UV y antirreflejante.

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