María Montero dice que sí, y que lo hace sin drama ni selfies de gimnasio. Su frase es simple y contundente: “Cada día me levanto a las cinco de la mañana y hago tres cuartos de hora de elíptica. Hago mucho ejercicio”. Detrás hay algo más que disciplina: una forma de estar en el mundo cuando todo está quieto.
La cocina aún huele a café y el resto de la casa respira en silencio. María ata los cordones con ese gesto automático de quien repite un rito a diario y camina hacia la elíptica como si abriera una puerta a su propio refugio. A las **cinco de la mañana**, el reloj no grita, susurra: hoy también.
La pantalla está apagada, no hay series de fondo ni titulares que arañen. Solo el compás de su respiración y el giro suave del volante de inercia. Entre bocado y bocado de aire, el primer sudor. Ella sonríe, casi sin darse cuenta. Algo cambió a los 58.
La fuerza tranquila de una rutina
María no vende trucos, vende constancia. Se sube a la elíptica y marca **tres cuartos de hora** con la naturalidad de quien ha hecho las paces con su agenda. Dos o tres minutos para entrar en calor, luego sube la resistencia y encuentra un ritmo que no ahoga, pero empuja.
No cuenta calorías en voz alta ni mira el reloj cada treinta segundos. Trabaja. El sudor le cae por la sien y, a veces, canta bajito una canción viejísima que le pone buen cuerpo. No lo llama sacrificio. Lo llama sitio seguro.
Un día viajó para ver a su hija y el hotel tenía una elíptica coja. El pedal crujía. Ella se rió, la enderezó como pudo y completó su bloque. Otro día, lluvia fuerte y corte de luz: caminadora apagada, paseo rápido por la escalera del edificio. La capacidad de improvisar también entrena.
La OMS sugiere entre 150 y 300 minutos semanales de actividad moderada. María los cumple en cuatro mañanas y, a veces, en cinco. No por obsesión, por paz mental. Porque esa franja de movimiento le ordena el resto.
¿Por qué la elíptica y no correr? Articulaciones. Impacto bajo, corazón alto. A los **60 años**, su cuerpo agradece la cadencia suave y el trabajo global de piernas y brazos. La mecánica es simple: más oxígeno, mejor circulación, humor menos quebradizo.
También hay un truco silencioso aquí: hacerlo temprano reduce fricciones. Menos excusas, menos interrupciones. La disciplina no nace del ánimo, nace del horario.
Cómo sostenerlo en la vida real
María prepara la noche anterior una botella de agua fría, la camiseta que menos raspa y un par de calcetines que no traicionan. Aparca la elíptica junto a una ventana, no por vistas, por aire. Deja puesto un temporizador con 45 minutos y un calentamiento de tres.
Divide la sesión: 10 minutos suaves, 20 al ritmo que la hace respirar fuerte y 15 con cambios de resistencia cada dos. Nada heroico, muy medible. *No hay milagros, solo hábito.*
A muchos nos pierde el exceso de ambición del primer día. Queremos todo ya y el cuerpo protesta. Ella empezó con 15 minutos y subió de cinco en cinco cada semana. “Todos hemos vivido ese momento en el que el despertador suena y el cuerpo pide tregua”. Si pasa, pausa breve y vuelta a empezar.
Seamos honestos: casi nadie lo hace todos los días. Hay resfriados, visitas, trasnoches. En esos casos, María cambia la hora o acorta a 20 minutos y listo. Sin culpa. Sin épica.
Lo que más la sostiene es una frase que se repite cuando el sueño aprieta. Respira, mira el reloj y la suelta en voz baja.
“Cada día me levanto a las cinco de la mañana y hago tres cuartos de hora de elíptica. Hago mucho ejercicio”.
- Ritmo de trabajo: 70-80% de su esfuerzo percibido, sin llegar al ahogo.
- Hidratación: medio vaso antes, sorbos cada 10 minutos.
- Dos días a la semana, 20 minutos de fuerza con gomas y mancuernas ligeras.
- Música: listas de 45 minutos para evitar mirar el reloj.
- Sueño: 7-8 horas la noche previa, sagrada cuando se puede.
Lo que se queda después
Cuando baja de la elíptica, el mundo ya tiene bordes. No solo por las endorfinas; también por la sensación de promesa cumplida. Se ducha, desayuna algo con proteína y fruta, y entra en el día con la cabeza menos ruidosa.
No busca ser ejemplo de nada, pero su constancia ilumina preguntas útiles. ¿Qué rituales nos sostienen cuando la voluntad flaquea? ¿Qué pasa cuando dejamos de negociar con el despertador? Tal vez la respuesta esté en ese intervalo silencioso entre la taza de café y el primer paso en los pedales. Tal vez.
| Punto clave | Detalle | Interés para el lector |
|---|---|---|
| Rutina madrugadora | Sesión a las 05:00, 45 minutos fijos | Cómo encontrar una franja sin interrupciones |
| Elíptica de bajo impacto | Trabajo cardiovascular sin castigar articulaciones | Idea práctica para seguir moviéndose a cualquier edad |
| Constancia flexible | Plan con ajustes: días cortos, cambios de horario | Evitar la culpa y sostener el hábito en semanas reales |
FAQ :
- ¿Cuántos minutos de elíptica son razonables a los 60?Entre 20 y 45, según tu punto de partida. Empieza bajo, progresa claro.
- ¿Hace falta entrenar todos los días?No. Cuatro o cinco sesiones semanales ya suman los minutos recomendados.
- ¿Y si mis rodillas se quejan?Reduce resistencia, cuida la postura y añade fuerza suave para estabilizar.
- ¿Sirve caminar rápido en lugar de elíptica?Sí. Cambia el impacto, no el objetivo: elevar pulso y sostenerlo.
- ¿Qué come María antes de entrenar?Medio vaso de agua y, si lo pide el cuerpo, un bocado ligero. El desayuno llega al terminar.









