Este panadero de 60 años explica por qué cada vez menos jóvenes quieren su oficio

Este panadero de 60 años explica por qué cada vez menos jóvenes quieren su oficio

Cada mañana, antes de que la ciudad despierte, los hornos ya rugen. Y lo hacen con menos manos jóvenes. Un panadero de 60 años lo dice sin vueltas: el oficio no atrae como antes. Habla de horarios que se clavan en los huesos, sueldos ajustados y una sensación rara de que el esfuerzo se queda atrás de la foto bonita. Su testimonio no es un lamento: es un parte de realidad que muchos prefieren no mirar.

La calle todavía está vacía. Dentro, huele a levadura y metal tibio; la radio suena baja, como si fuese cómplice. Sus manos, con pequeños cortes, se mueven de memoria. Pesa, vierte, amasa. La harina flota en el aire y se pega a las pestañas. Huele a pan y a paciencia. Entre bandejas, Luis se ríe sin ruido: “Esto no es Netflix, esto es pan”. Me enseña la lista del día, llena de cruces y notas. Me mira y arruga la frente. Y luego suelta por qué los chavales no se quedan. Una frase que pincha.

El oficio que huele a madrugada

“El pan sale de noche, no de Instagram.” Luis lo dice sin maldad. Cuenta que el primer golpe es el reloj: entrar cuando los amigos salen, salir cuando la luz ya no es tuya. Dos semanas a ese ritmo y el cuerpo protesta. No es romanticismo, es turnos, sacos que pesan y calor pegajoso en agosto. Cuando el mundo duerme, aquí se decide si la miga canta o se cae. Y eso tiene un precio que la foto no paga.

Me habla de Álex, 22 años, tatuaje de espiga en el antebrazo. Llegó con chispa, se fue en catorce días. “No era vago, tenía otra vida”, dice Luis. El sábado por la noche, los mensajes del grupo entraban a ráfagas. Él estaba doblando masa. Al tercer finde perdido, eligió su gente. El sobre con “mil y poco”, como lo llama Luis, no le cambió la balanza. Lo que manga el oficio no es sólo dinero. Es tiempo social que no vuelve.

La explicación es incómoda: la economía del descanso cambió. La gente quiere dormir más, ver a sus parejas, ir a correr. La panadería entendió tarde que competía con eso. A la vez, las cadenas industriales abarataron el pan visible, el del lineal caliente a cualquier hora. La calle cree que el precio debería ser el mismo aquí. No lo es. La luz subió, la harina baila, el margen cruje. El joven compara lo que sacrifica con lo que entra. Y saca su propia cuenta.

Lo que sí funciona en 2025

Luis no espera milagros, busca ajustes. “Fermentación en frío” es su palabra talismán. Prepara masas por la tarde, baja temperatura y hornea más tarde. Así el primer horno suena a las 5:30 y no a las 3. No es perfecto, respira. Alterna turnos con un compañero para que cada uno duerma algún amanecer. Y el domingo es sagrado. Dos días seguidos libres, no uno suelto. La moral sube con esas pequeñas victorias.

También cambió el guion de la primera semana. Menos épica, más método. Tareas cortas, metas visibles, pausas reales. Un banco a la sombra del horno, agua fresca y hombros que se estiran. Seamos honestos: nadie hace eso todos los días. Igual él insiste. Dice que el mayor error es “bautizar” al aprendiz a base de palizas de trabajo. “Se te va el chaval y te quedas con razón, pero solo”, se encoge. El prestigio del oficio no crece a gritos, crece a ojos que aprenden.

La otra palanca es hablar claro del dinero. Bonus por noches, plus por festivos, propinas que sí cuentan. **La vocación necesita salario, no solo aplausos.** Luis empezó a mostrar la caja: cuánto entra, cuánto se va en luz, harina, alquiler. El joven entiende la película completa y decide con cabeza, no con fantasía.

“Yo amo esto, pero no se lo exijo a nadie. Quiero que lo elijan sabiendo a qué huele el cansancio y a qué sabe el pan bien hecho.”

  • Rotación de turnos cada dos semanas, no cada mes.
  • Formación con vídeos cortos grabados en el propio obrador.
  • Equipos que cuidan el cuerpo: mesas a altura, carros ligeros, guantes buenos.
  • Descuento real para el personal y una barra que se llevan a casa sin mirar la hora.

¿Qué queda por hacer?

Hay algo de relato que cambiar. Mostrar procesos, no solo panes perfectos. Los jóvenes quieren ver el backstage, escuchar errores, tocar oficio. Las escuelas de FP piden maestros disponibles. Las panaderías pequeñas pueden unirse, compartir horarios, compras y formación. “Si me doy cinco horas de noche y mi socio otras cinco, nadie muere”, bromea Luis. **El oficio no está muerto, está cansado.** Y cuando el cansancio se nombra, empieza a moverse.

Todos hemos vivido ese momento en que las ganas chocan con la vida real. En el pan pasa a diario. La solución no está en sermonear, está en negociar. Dar tiempo y pedir compromiso, no sacrificio ciego. *Hay orgullo en sacar una hornada que cruje.* También hay derecho a llegar a un cumpleaños o a dormir ocho horas seguidas de vez en cuando. Si un oficio quiere futuro, tiene que aprender a invitar. Y a no perder a quien ya aceptó entrar.

Luis mira el horno como quien mira una plaza vieja. Ve historias. Sabe que el pan seguirá saliendo, con él o sin él. Lo que le quita el sueño no es la receta, es el relevo. **Sin relevo, la ciudad amanece un poco más silenciosa.** Entre migas y bandejas, deja caer una idea simple: enseñar a querer este trabajo sin peajes imposibles. Si el pan vuelve a contarnos por qué nos reúne, quizá algunos se queden. Quizá baste con cambiar de hora y de mirada.

Punto clave Detalle Interés para el lector
Horarios y conciliación Fermentación en frío, rotación de turnos, domingos libres Saber si el oficio cabe en tu vida y cómo hacerlo más llevadero
Salario y costes Bonus nocturnos, plus festivo, transparencia de márgenes Entender por qué se paga lo que se paga y cómo mejorar ingresos
Aprendizaje real Microformación en el obrador, tareas claras, feedback Entrar con pie firme y evitar frustraciones del inicio

FAQ :

  • ¿Cuánto gana realmente un panadero en España?Depende de la ciudad, el tamaño del obrador y los turnos. En pequeños artesanos, el rango suele ir de sueldos ajustados a mejores paquetes con pluses nocturnos y festivos. La transparencia del negocio ayuda a ver dónde se puede crecer.
  • ¿Se puede evitar trabajar de madrugada?Con fermentación en frío y organización, se retrasa el arranque y se reparte la noche. No siempre se borra del todo, sí se reduce. La clave es rotar y pactar descansos de verdad.
  • ¿Qué formación hace falta para empezar?FP de Panadería y Pastelería, cursos cortos en escuelas y, sobre todo, horas de obrador. Una semana probando tareas básicas aclara si te engancha o no. Aprender mirando manos expertas acelera mucho.
  • ¿Tiene futuro la panadería artesanal?Sí, donde hay sabor y barrio, hay demanda. El reto es la eficiencia: energía, compras y tiempos. También comunicar distinto: procesos, historias, comunidad. Lo artesanal no compite por precio, compite por experiencia.
  • ¿Qué pueden hacer los jóvenes para probar sin arriesgarse?Entrar como ayudantes fines de semana, pedir turnos de sombra, grabar y revisar su aprendizaje, visitar obradores distintos. Una prueba de un mes dice más que cien posts.

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