Laura Gómez, dietista: “El pan no es el problema: lo que le pones encima puede arruinar tu salud”

Laura Gómez, dietista: “El pan no es el problema: lo que le pones encima puede arruinar tu salud”

En la barra, alguien le cae dos dedos de mantequilla, otro extiende mermelada “sin azúcar” que sabe a domingo, y la mesa del fondo abre un bote de salsa rosa como si fuera un ritual. Laura Gómez, dietista clínica, mira la escena y sonríe con paciencia: el pan siempre paga los platos rotos. La frase que repite a sus pacientes suena simple, incluso provocadora: “El pan no es el problema: lo que le pones encima puede arruinar tu salud”. Suena a sentido común… y a golpe de realidad. Lo notas al primer mordisco. Un cambio pequeño puede moverlo todo.

Un martes de barrio. Cafés cortos, prisas suaves y el runrún de las bolsas de pan al salir de la panadería. Laura te pide que mires de cerca: no el pan, sino la cobertura. Una capa de crema de cacao, un chorro alegre de aceite “a ojo”, lonchas generosas de fiambre brillante. Todos hemos vivido ese momento en que el hambre manda y la mano no calcula. La tostada, con gesto inocente, va vestida de fiesta calórica. Y nadie sospecha del invitado equivocado. Así empiezan los malentendidos gastro.

El falso culpable del desayuno

Lo que Laura observa a diario es sencillo: demonizamos el pan mientras adoramos los toppings sin freno. El pan, sobre todo si es integral y con buena fermentación, puede ser un lienzo magnífico para comer mejor. La trampa está en lo que se pega encima. Salsas, grasas escondidas, azúcares que parecen discretos, embutidos que prometen sabor y traen sodio. La culpa cambia de plato sin que nos demos cuenta. La tostada deja de ser pan y pasa a ser pretexto.

En España, el consumo medio de pan ronda los 30-35 kilos por persona al año, según datos del sector. El detalle que se pierde: lo comemos con algo. Mantequilla (720 kcal/100 g), crema de cacao (hasta 550 kcal/100 g), aceite a chorro (884 kcal/100 g), fiambres procesados con sal y aditivos. A la semana, dos desayunos “cargados” doblan las calorías del pan. Y el azúcar que se acumula en mermeladas “light” no siempre es menor: cambia su nombre, no su efecto. Parece poco, se vuelve hábito.

La lógica es menos dramática de lo que crees. El índice glucémico del pan sube o baja según la fibra, la fermentación y, sí, el acompañamiento. Un pan blanco rápido con mermelada es un pico. Un pan integral con proteína y vegetales se comporta distinto: llega más lento, sacia, no provoca antojos de media mañana. La suma importa. Y la sal de ciertos embutidos empuja la tensión, las salsas añaden grasas trans, el queso fundido barato dispara calorías vacías. El pan hace de taxi; el pasajero decide a dónde vamos.

Cómo convertir una tostada en un aliado

Laura propone una fórmula doméstica, fácil de recordar: base + proteína + frescor. Base: pan integral de masa madre o 100 % grano entero, una rebanada del tamaño de tu mano. Proteína: 30-40 g de caballa, hummus espeso, huevo revuelto, pavo real sin almidones. Frescor: tomate, rúcula, pepino fino, hierbas, un chorrito medido de AOVE (5 ml, una cucharadita). Sabe a bar de toda la vida, cae bien y te acompaña hasta el mediodía. La magia es el equilibrio, no la prohibición.

Errores que se repiten: echar aceite “en cruz” como si fuera bendición, sumar salsa a queso y a embutido, creer que “light” significa vía libre, olvidarse de masticar. Seamos honestos: nadie pesa el aceite a las siete de la mañana. Lo que sí funciona es bajar una marcha. Sirve la cucharita de café, el spray de aceite, la medida “dos dedos de vegetal por uno de proteína”. Y si un día te apetece dulce, equilibra: mermelada 100 % fruta + yogur natural + canela. El paladar también aprende.

Hay un punto de orgullo en hacer una tostada bien armada. Laura lo resume sin rodeos.

“No es el pan, son los añadidos. Si eliges bien lo que sube al pan, el pan te ayuda. Si cargas el pan, el pan te delata”. — Laura Gómez, dietista

  • Regla 3-2-1: 3 partes vegetales, 2 de proteína, 1 de grasa de calidad. Funciona en desayunos y cenas rápidas.
  • Lista roja: salsas industriales, embutidos muy procesados, quesos fundentes low-cost.
  • Lista verde: AOVE medido, pescado en conserva al natural, hummus denso, tomate y hierbas.
  • Plan B dulce: plátano en láminas + crema de cacahuete 100 % + semillas.
  • Truco exprés: tostar más el pan integral para ganar crujiente sin más grasa.

Un cambio que se nota en una semana

La diferencia no se ve en la báscula al día uno, se siente en la energía a media mañana. Menos picos, menos sueño pesado, menos picoteo de oficina. Quien cambia el topping relata una cosa rara: llega saciado al café de las 11, bebe agua, aguanta sin revolver el cajón de galletas. El pan se queda, el drama se va. Y la relación con el desayuno se calma.

El cuerpo no distingue discursos, responde a lo que le das. Quitas salsas y bajas sal, subes vegetales y fibra, y los números clínicos acompañan: glucosa más estable, tensión más contenida, digestiones más amables. No hace falta convertirse en atleta del batch cooking. Receta de martes: pan integral, atún al natural, tomate rallado, un hilo pequeño de aceite, pimienta. En tres minutos cambias el guion. Y lo repites sin cansarte.

El pan casi nunca es el villano; el exceso, sí. La frase de Laura atraviesa la cocina y se queda pegada a la nevera como un imán. El día que la aceptas, el desayuno deja de ser pelea y se vuelve práctica. Pequeño ritual, grandes resultados. Y si te sales un domingo, vuelves el lunes sin drama ni culpa. Pan, pero con cabeza.

Para pensar mientras cruje la tostada

Hay algo profundamente humano en untar una tostada: abre la mañana, ordena el día, huele a casa. Cambiar lo que le pones encima no te quita placer; te devuelve control. A veces basta con girar un frasco y leer una etiqueta, cambiar de embutido a legumbre, medir un aceite que antes caía libre. No estás a dieta, estás decidiendo mejor. Pequeños gestos que suman grande.

Laura no quiere que vivas con miedo al pan. Quiere que mires su compañía con el mismo cariño con que eliges una playlist. Si la canción es buena, no necesitas subir el volumen. Si el topping es bueno, no necesitas tres. Menos salsas, más fibra. Menos culpa, más criterio. Y un desayuno que te hace el día un poco más fácil.

Esto se comparte, casi sin querer, cuando alguien te pregunta “¿qué le has puesto a esa tostada?”. Dices caballa y tomate, hummus y pepino, queso fresco y hierbas. No hay misterio, hay medida. La siguiente conversación es inevitable: si el pan no era el problema, ¿qué más estamos acusando sin mirar de cerca? La cocina responde. Tú también.

Punto clave Detalle Interés para el lector
El pan como lienzo Elegir integral/masa madre y tamaño mano Comer pan sin miedo y con saciedad real
El topping manda Proteína magra + vegetal + grasa medida (5 ml) Control de hambre y energía estable hasta el mediodía
Listas roja y verde Evitar salsas y ultraprocesados; apostar por bases sencillas Resultados visibles sin dietas extremas

FAQ :

  • ¿Qué pan elige Laura Gómez cuando puede?Integral 100 % o de masa madre, con ingredientes claros: harina, agua, sal y levadura/masa madre. Si hay lista larga, busca otra opción.
  • ¿Cuánta cantidad de pan al día es razonable?Depende de tu gasto y del resto del menú. Como guía, 1-2 rebanadas tamaño mano en comidas donde falte hidrato, priorizando verduras y proteína.
  • ¿Engorda comer pan por la noche?No por la hora, sino por el conjunto. Cena ligera con pan integral y proteína puede ser equilibrada. Lo que pesa es el exceso y los acompañamientos.
  • ¿La tostada de aguacate es saludable siempre?Sí, si el aguacate está medido (1/4 o 1/2 pequeño) y hay proteína al lado. Si añades bacon, mayonesa y queso, cambia la película.
  • ¿Alternativas sin gluten recomendables?Pan de trigo sarraceno, maíz o arroz integral, con etiqueta corta. Igual regla: proteína + vegetal + grasa de calidad con moderación.

Laisser un commentaire

Votre adresse e-mail ne sera pas publiée. Les champs obligatoires sont indiqués avec *

Retour en haut