Carmen Rivas (63 años): “Cada mañana camino 20 minutos descalza en el jardín, es mi terapia contra el estrés”

Carmen Rivas (63 años): “Cada mañana camino 20 minutos descalza en el jardín, es mi terapia contra el estrés”

¿Y si la receta antiestrés más constante de tu día no estuviera en una app, ni en una pastilla, sino a dos pasos de tu puerta? Carmen Rivas, 63 años, lo cuenta con una franqueza que desarma: veinte minutos descalza en el jardín, todas las mañanas. Nada más. Nada menos.

Carmen sale con una taza tibia, deja las chanclas junto al escalón y prueba el césped con la punta del pie, como quien mide un río. Suspira. Da el primer paso y el rostro se le afloja, como si el día, por fin, hubiera entendido que debe empezar suave. Los mirlos vigilan desde el seto. El barrio bosteza. Ella camina en círculos breves,, manos en los bolsillos, escuchando su respiración como un metrónomo íntimo.

Se detiene a mitad, cierra los ojos y apoya más peso, talón-planta-dedos. “Aquí sí”, murmura. Algo se alinea.

Su truco cabe entero en dos palabras.

La escena: 20 minutos que lo cambian todo

Hay mañanas en las que Carmen no tiene ganas. Llueve fino, o el noticiero ya viene cargado. Aun así, sale. Dice que la prisa se le despega de la piel entre el tercer y el cuarto minuto. Todos hemos pasado por ese momento en que la cabeza arranca con una lista que no cabe en un post-it; ella lo corta con el primer contacto del talón con la tierra. Y hay algo de niño en ese gesto: ensuciarse un poco, sin culpa. **20 minutos descalza** pueden sonar a nada. Para su cuerpo, son un mensaje completo.

El día que le tomaron la tensión después de caminar, su médico lo apuntó con curiosidad: 121/78, un poco más baja que su media. No es ciencia de laboratorio, pero no es humo. En 2019, un equipo de la Universidad de Michigan midió que pasar al menos 20 minutos en un entorno natural reduce cortisol en saliva. Carmen no leyó el estudio. Solo sintió que el pecho dejaba de apretar, y repitió. Su “terapia” empezó en abril y, desde entonces, ha faltado tres veces. Un vecino bromea: “Si no te veo descalza, me preocupo”. Ella se ríe, sigue, cuenta pasos.

¿Qué ocurre ahí, realmente? El suelo ofrece textura, temperatura, microajustes. El cuerpo responde activando receptores de presión que hablan con el sistema nervioso parasimpático, el del freno. La respiración cae medio escalón. El pulso acompasa. Caminar sin suela obliga a bajar la atención al presente: ¿dónde piso?, ¿cómo apoyo?, ¿qué siento? Ese enfoque corta el “ruido” rumiante que enciende el estrés. Algunos llaman a esto earthing o “enraizamiento”: contacto directo con la tierra. Hay debate. Lo que no discute nadie es que la rutina y la pausa son una dupla que equilibra.

Cómo lo hace Carmen: un ritual sencillo, sin culto

Carmen tiene su método. Se despierta, bebe agua, mira el cielo, y abre la puerta trasera. Deja el móvil en la mesa de la cocina. Camina lento, pies paralelos, escucha la planta del pie como si fuera una lengua nueva. Pasa del césped a la tierra húmeda, y de ahí a una zona de piedras planas. Cada superficie cuenta una cosa distinta. **estrés bajo control**, dice medio en broma. En los últimos cinco minutos, respira en cuatro tiempos: inspira cuatro, retiene dos, suelta seis. El final es un masaje corto en los arcos. Cierra con un “gracias” al aire.

Sus consejos no son de gurú. Empieza por 5 minutos y sube de a dos. Evita zonas con espinas, vidrio, bichos molestos. Si hace frío, pon una toalla a mano para secar antes de volver a casa. Y no conviertas la caminata en tarea: si un día no va, no va. Seamos honestos: nadie lo hace todos los días. Carmen invita a convivir con el clima, no a luchar contra él. Si hay viento, camina menos. Si hay sol duro, busca sombra. Lo único innegociable para ella es dejar el móvil lejos. Dice que el silencio del bolsillo pesa más que el del jardín.

Una mañana le pregunté qué era lo que más le sorprendía.

“Creí que era una rareza mía. Resulta que es volumen bajo para la cabeza. Camino, y el cuerpo me cuenta el día antes que empiece”.

  • Empezar pequeño: 5 minutos la primera semana.
  • Terreno mixto: césped, tierra, piedra lisa.
  • Respiración guiada en los últimos 5 minutos.
  • Higiene simple: lavar pies y revisar pequeñas heridas.
  • Plan B: si no hay jardín, una maceta grande con tierra sirve como “ancla”.

Lo que dice la ciencia y lo que dice el cuerpo

Hay datos que animan. En muestras pequeñas, el contacto con superficies naturales reduce el ritmo cardíaco y mejora la variabilidad del pulso, un marcador de regulación del estrés. También se ha visto que 20-30 minutos de “dosis de naturaleza” bajan cortisol. No hace falta bosque milenario: un patio, un parque, un jardín de barrio ya suman. La suela urbana anestesia. Quitársela un rato despierta. La piel reconoce la hierba como una casa antigua. No todo es místico. Es músculo, es nervio, es ritmo. Lo demás, si llega, llega.

¿Riesgos? Los de la vida real. Pisar mal, un corte tonto, una alergia. Carmen guarda un botiquín simple y mira el terreno antes de empezar. Hay días en que solo hace el circuito de piedras. En invierno usa calcetines de lana finos los primeros minutos y luego los quita. No quiere medallas. Quiere continuidad. Funciona porque no compite con nada, no exige aplauso. Es un gesto íntimo, repetible, barato. **ritual sencillo** que no pide wifi, ni cronómetro, ni likes. Pide presencia y poco más.

Cuando Carmen salta un día, su cuerpo lo nota. “Voy más acelerada”, dice. No es abstinencia, es inercia. La caminata descalza actúa como un interruptor que recuerda que no todo es urgente. Y ese recordatorio se cuela en otros sitios: come más despacio, frena el café a media tarde, cuida el sueño. El jardín se vuelve una escuela minúscula que dicta una sola lección. La repite hasta que se graba. No hay promesas mágicas. Hay 20 minutos con nombre y apellido. Hay un suelo que espera, siempre ahí.

Una invitación abierta

Carmen no quiere convencer a nadie, y aun así su rutina contagia. Ver a alguien de 63 años elegir la hierba antes del scroll tiene algo de declaración. No hace falta jardín propio: un parterre del parque, un patio comunitario, un trozo de tierra de una huerta urbana. Si no se puede descalzo, basta con reducir la interferencia: sandalias finas, suelo natural, atención cerca. Hay temporadas en que saldrá perfecto, otras en que tocará improvisar. El cuerpo entiende la intención y la guarda. A veces, eso alcanza para que el día cambie de textura sin pedir permiso.

Punto clave Detalle Interés para el lector
Dosis mínima efectiva 20 minutos en contacto con suelo natural Rutina breve, beneficios medibles en estrés
Terreno mixto Césped, tierra húmeda y piedra lisa Estimulación sensorial y atención plena sin esfuerzo
Ritual realista Sin móvil, respiración 4-2-6 al final Fácil de copiar en casa, coste cero

FAQ :

  • ¿Y si no tengo jardín?Sirve un parque, un patio o incluso una bandeja grande con tierra en el balcón para “aterrizar” 5-10 minutos.
  • ¿Es seguro para personas con diabetes?Consulta primero con tu médico y prioriza superficies limpias y revisión de pies después; mejor empezar con suela mínima.
  • ¿Importa la hora del día?La mañana ayuda a marcar el tono del día. Si no, última hora de la tarde también calma.
  • ¿Puedo hacerlo con calcetines?Sí, finos y de lana o algodón para no perder contacto; quítalos cuando el clima y el terreno lo permitan.
  • ¿Cuándo se notan cambios?Mucha gente siente alivio inmediato. En 2-3 semanas, la regularidad suele bajar el “ruido” mental y mejora el sueño.

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